Los límites ya están puestos, están en la naturaleza misma. El cuerpo tiene límites y es nuestra tarea comunicarlos. En el castigo físico el límite se borra de una paliza. Ya mi cuerpo no me pertenece, ya que alguien puede violentarlo. Alguien tiene derecho sobre mi cuerpo aún en contra de mi voluntad, no hay límite posible.
Ésto está en el libro "Tan mal sí salimos" de Sofía Lewicki, que recomiendo leer. Lo dejo para reflexionar y agrego un texto de otro libro imprescindible para mi que es " Dar voz al niño " de Yvonne Laborda.
Los niños necesitan ser informados respetuosamente sobre los límites, sin embargo solemos darle órdenes y les limitamos arbritrariamente. Solemos ejercer el poder y el control sobre ellos siendo autoritarios en vez de intentar satisfacer sus necesidades y complacerles. Un niño escuchado escucha y un niño respetado respeta. No es cuestión de no limitar a los niños sino de cómo les imponemos ciertos límites y cómo podríamos informarles sobre los mismos.
Los niños que llamamos desafiantes, retadores o rebeldes son precisamente los que han sido limitados y controlados arbitrariamente. Se sienten impotentes y frustrados, por tanto, cuando tengan la más mínima ocasión, intentarán rebelarse y hacer eso que no está permitodo. Han sentido la pulsión vital negada tantas veces que ya no pueden anestesiar más su malestar y se rebelan contra cualquier situación injusta, limitante o cuando sienten que no están siendo respetados.
Cuando los niños comienzan a ser autónomos, es cuando les empezamos a limitar y a decir "no" muchas veces a lo largo del día. Cuando un niño pequeño escucha un "No" lo siente como una negación de su ser, de su pulsión innata y vital.
Alrededor de los 2, 3 años los niños empiezan a ser más autónomos, a tener la necesidad de moverse, tocar, mirar, preguntar y experimentar con lo que tienen alrededor. Muchos adultos no podemos satisfacer esa necesidad de autonomía ni su curiosidad, nos abrumamos, por tanto, les empezamos a limitar. Con tantos "noes" lo que aprenden los niños es a reafirmarse diciéndonos "no" cada vez que sienten la necesidad de ser ellos mismos. La necesidad de decir no no es una etapa biológica, es el efecto secundario de haber recibido muchos "no" arbitrarios.
Esta falta de confianza en los procesos naturales y vitales de los niños nos lleva a limitarles en exceso "por su propio bien". Los niños necesitan saber el por qué de las cosas. Un "no" arbitrario provoca malestar y este malestar crea una resistencia a eso que queremos limitar.
Muchas de las rabietas que tienen los niños son por exceso de límites. Más bien por sentirse negados, ya que les provoca impotencia, frustración, angustia y mucho malestar. El niño recibe continuamente el mensaje de que está equivocado sintiendo, necesitando o deseando eso que su cuerpo manifiesta.
Desde bien pequeños, los niños aprenden a reprimir sus más vitales pulsiones, emociones, pasiones, necesidades en intereses. La represión en la infancia no se evapora como por arte de magia. Tarde o temprano sale y de forma descontrolada. Sólo tenemos dos opciones, sentir y expresar o reprimir. Un niño sumiso y sometido tendrá que negar su impulso vital y su vitalidad. Esta falta de conexión entre padres e hijos es lo que provoca tantas rabietas. La rabieta es nua manifestación emocional de frustración e impotencia por no poder expresarse, por falta de presencia, por malestar o por desconexión.
Solemos rechazar comportamientos de nuestros hijos que hemos propiciado con nuestra actitud autoritaria y poco respetuosa. El amor no tiene por qué desaparecer al informar de un límite respetuosamente. No se trata de no limitar a los niños sino de cómo se abordan dichs límites. Limitamos por nuestro bin y no por el de ellos. Actuamos a nuestro favor y no en su favor. Si anteponemos la relación con nuestros hijos a todo lo demás, veremos que en muy pocas ocasiones nos será necesario un No rotundo.
La foto es de Fernanda Greppe.
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